Paseo por el Claro (Damon S.)

Caminaba despacio, sin prisa pero sin pausa. No hacía demasiado tiempo que acababa de llegar a ésta extraña ciudad guiado por un extraño nosequé. La verdad, podría haber optado por volverme por donde había venido pero había una chica, Elena, el vivo recuerdo de nuestra preciada Katherine. Sí, ése era el cometido por el que aún no había dado media vuelta y como siempre pasar de todo y todos.

Anduve un par de horas sumido en mis pensamientos. Por suerte para los humanaos que rondaran por la zona ya me había alimentado, y la verdad había sido un gran festín de sangre.
Llegué así al bosque, con aire despreocupado. Me adentré en el para acelerar el paso hasta llegar delante de un claro. Una silueta lo estaba surcando. Un hermoso reflejo de algún otro ser sobrenatural, casi perfecto. Alcé la vista para ver mejor y sonreí a la distancia.
-Veo que no estoy sólo- dije en un tono algo irónico.

Me acerqué un poco más a ella. Había llamado mi atención y, como dicen por ahí, la curiosidad mató al gato. La observé desde la parte en que el agua aún no cubría la tierra. Era mujer, mejor dicho una jóven, de aspecto jovial y con una belleza abochornante. Nunca antes en mi vida, había podido disfrutar de tal panorama, una estampa idílica; dirían algunos grandes pensadores.
-Si la compañía es de alguien tan Bello como tú, no me costará gozar de ella.- dije en un lenguaje que ya casi era inexistente en esta época.

Me acerqué a ella a paso vampírico, quedé frente a ella. Cogí su mano y dí un fugaz beso en sus nudillos.
-Encantado Anna.- dije alzando la vista y mirándola directamente a los ojos. -Yo soy Damon, Damon Salvatore.- concluí acabando de presentarme y solté su delicada mano.

La observé abrir lo ojos cómo si hubiese dicho una estupidez o algo imposible. Respiré aliviado cuando habló.
-Sí, algo así.- dije sonriendo con una de mis cálidas sonrisas. -¿De qué la conoces?- pregunté sin temor alguno, luego le indiqué la zona frondosa del bosque y comencé a caminar hacia ella.

Llegué al lugar que deseaba y me recosté sobre un árbol haciendo que todo mi peso se sostuviera sobre éste. Escuché su pregunta y sonreí pícaro. Le mostré los colmillos no como amenaza, sino como prueba.
-¿Éso te responde?- dije alzando una ceja.

Asentí.
-Nunca me ha hecho gracia la sangre animal. Además, los animales son seres más respetables incluso que los humanos.- le dije mostrando mi postura ante ése tema.
-¿Tú?, ¿De qué te alimentas?- pregunté después.

-Entiendo.- dije asintiendo, aún no entendía a mi hermano y su mala manía de proteger a los humanos. La miré de nuevo apreciando su total belleza, se le notaba algo tensa así que lo mejor sería romper el hielo.
-Pero no te preocupes, si no quieres no te morderé.- dije bromeando con picardía,

Reí. -Chica, no me digas éstas cosas que no pienso pensármelo dos veces.- dije acercándome a ella.

La miré.
-¿Tú entiendes que soy un hombre, y que si una mujer con semejantes curvas me dice éstas cosas es casi imposible contenerse?- dije señalándola puesto que no sabía con exactitud lo que creía.

La miré, sonreí y acabé de acortar la distancia que había entre nosotros con un simple paso.
-Entonces, ¿está preparada para que la muerda?- dije acercando mi rostro al suyo lentamente.

Sonreí cuando asintió y puse un de mis manos suavemente sobre su fino rostro, la bajé hacia su cuello y luego acerqué mi cara para besárselo tiernamente.

Alcé la cabeza para mirarla sin alejar la mano que tenía posada en su cuello con soltura. Su tacto era fino, suave, al igual que el terciopelo. -¿Pensabas que te iba a morder?- pregunté alzando una ceja